Hoy vivimos tiempos, sin tiempo, vivimos tiempos donde ha dejado de existir el prójimo, el prójimo cercano, para darle paso al prójimo lejano, el prójimo virtual, conversamos, jugamos, sufrimos con personas al otro lado del mundo por medio de la web, y nos aislamos de nuestro entorno inmediato.
Hemos conquistados espacios de libertad, pero, voluntariamente o no, hemos conquistado la “libertad de”, sin haber conseguido la “libertad para”: para ser uno mismo, para ser productivo, para estar plenamente despierto.
Como sociedad hemos permitido dejar que la producción de bienes deje de ser un medio para vivir mejor, sino hoy se utiliza la producción como un fin en sí misma, fin al cual ha quedado subordinada la vida del hombre, nuestra vida.
Esta enajenación y automatización nos ha conducido a un desequilibrio mental cada vez más acentuado. Vivimos una vida sin sentido, sin alegría, sin fe, sin esperanza, sin realidad. Todo el mundo es feliz salvo, que no siente, ni razona, ni ama.
Vemos a diario la caída en diferentes áreas respecto a la moral, a la ética, a la pobreza espiritual, la desorganización política, la falta de probidad, y lejos de estar una verdadera democracia. Por resultado vemos un pueblo incrédulo, violento en sus demandas legitimas o no, autorreferente, egoísta, dispuesto a exigir sus derechos y demandas sin importar el prójimo, y menos cumplir con sus deberes.
Se plantea la idea del “hombre masa” sin capacidad de elegir, sin espontaneidad, irresponsable, gobernado por sus reflejos condicionados dando como resultado un hombre dividido en dos grupos: “condicionadores” y “condicionados”.
Mostrar el nefasto efecto social e individual, que se genera en un medio que hace del hombre sea, solo una especie de máquina, relativiza e incluso desecha la parte espiritual en su desarrollo y evita que use la capacidad humano-divina de pensar, es decir, se convierte más y más al hombre en un ser alienado.
¿Qué pretendemos como sociedad? Que seamos “seres humanos universales”, “globalizados”,”, personas útiles a la empresa, a las arcas fiscales, a la sociedad de consumo?
En donde pensemos que para ser felices debemos ser exitosos, líderes, cuando realmente para alcanzar la anhelada felicidad y libertad debemos, como dice Heidegger trascender, ser capaces de abrirnos hacia el mundo, no permanecer encerrados en nosotros mismos, cayendo preso en las cosas dadas, externas, tenemos que ser capaces de vivir una vida “auténtica”, dejando de vivir determinados por las posesiones.
Por eso no hay ceder, quedan muchas batallas, quedan muchos frentes que conquistar, con fe y esperanza en el ser espiritual y meliorista que todos llevamos dentro.
Hoy vivimos tiempos, sin tiempo, vivimos tiempos donde ha dejado de existir el prójimo, el prójimo cercano, para darle paso al prójimo lejano, el prójimo virtual, conversamos, jugamos, sufrimos con personas al otro lado del mundo por medio de la web, y nos aislamos de nuestro entorno inmediato.
Hemos conquistados espacios de libertad, pero, voluntariamente o no, hemos conquistado la “libertad de”, sin haber conseguido la “libertad para”: para ser uno mismo, para ser productivo, para estar plenamente despierto.
Como sociedad hemos permitido dejar que la producción de bienes deje de ser un medio para vivir mejor, sino hoy se utiliza la producción como un fin en sí misma, fin al cual ha quedado subordinada la vida del hombre, nuestra vida.
Esta enajenación y automatización nos ha conducido a un desequilibrio mental cada vez más acentuado. Vivimos una vida sin sentido, sin alegría, sin fe, sin esperanza, sin realidad. Todo el mundo es feliz salvo, que no siente, ni razona, ni ama.
Vemos a diario la caída en diferentes áreas respecto a la moral, a la ética, a la pobreza espiritual, la desorganización política, la falta de probidad, y lejos de estar una verdadera democracia. Por resultado vemos un pueblo incrédulo, violento en sus demandas legitimas o no, autorreferente, egoísta, dispuesto a exigir sus derechos y demandas sin importar el prójimo, y menos cumplir con sus deberes.
Se plantea la idea del “hombre masa” sin capacidad de elegir, sin espontaneidad, irresponsable, gobernado por sus reflejos condicionados dando como resultado un hombre dividido en dos grupos: “condicionadores” y “condicionados”.
Mostrar el nefasto efecto social e individual, que se genera en un medio que hace del hombre sea, solo una especie de máquina, relativiza e incluso desecha la parte espiritual en su desarrollo y evita que use la capacidad humano-divina de pensar, es decir, se convierte más y más al hombre en un ser alienado.
¿Qué pretendemos como sociedad? Que seamos “seres humanos universales”, “globalizados”,”, personas útiles a la empresa, a las arcas fiscales, a la sociedad de consumo?
En donde pensemos que para ser felices debemos ser exitosos, líderes, cuando realmente para alcanzar la anhelada felicidad y libertad debemos, como dice Heidegger trascender, ser capaces de abrirnos hacia el mundo, no permanecer encerrados en nosotros mismos, cayendo preso en las cosas dadas, externas, tenemos que ser capaces de vivir una vida “auténtica”, dejando de vivir determinados por las posesiones.
Por eso no hay ceder, quedan muchas batallas, quedan muchos frentes que conquistar, con fe y esperanza en el ser espiritual y meliorista que todos llevamos dentro.